Todo parte de la base de comunicarnos entre las personas u otros y de la manera en que sea factible. Desde que nacemos hay una intención notable por saber cuáles son las necesidades del otro, qué estará pensando, qué deseará, y es por esto es que utilizamos desde un principio una variedad de lenguajes para relacionarnos. Por ejemplo las manos, los gestos, el cuerpo y palabras, que se acomodan a nuestra edad y experiencias. En general el lenguaje mejora a través del tiempo, simplificándose cada día más la transmisión de pensamientos, ideas y sentimientos, y será así mientras el código utilizado por el emisor y receptor sea el mismo.
En todo este proceso anteriormente descrito, hay dos bases o fases que resaltan a simple vista, la gramática y la comunicación. La primera la entiendo como el arte de hablar y escribir correctamente una lengua, y resalto la palabra arte ya que me parece que una frase o un escrito bien redactado en compañía de buenas palabras, puede llegar a este punto e incluso más, donde el receptor se topa con emociones, sentimientos, curiosidades y esas ganas de un poco más. En este punto se observa que al tenernos frente a un buen escrito de por sí ya está presente la comunicación. Podríamos decir que hay una cierta conexión, comprensión, y transmisión adecuada entre el emisor y el receptor, que es finalmente la función que cumple la comunicación. Como adecuada, entiendo que es la forma correcta y entendible que comunicarnos o transmitirnos ciertos mensajes, es decir, hay una utilización apropiada del lenguaje.
Todo esto se me viene a la mente después que el otro día tuve un encuentro que venía esperando hace meses. Me topé con el hombre enigmático del que conté la vez pasada en este mismo blog.
Lo encontré en el metro -el mismo lugar donde lo vi por primera vez- y fue ahí, por primera vez, donde ese dicho que “se me fue la fuerza de las piernas de lo nerviosa que estaba” se me vino al cuerpo. Casi me caigo. Menos mal que tenía una baranda al lado de mi mano, claramente me sujeté. Lo miré, lo analicé. Era él. Nos quedamos mirando y…nada. El mensaje no fue el mismo, no estábamos en el mismo canal. No nos comunicamos. Mí espera fue un desperdicio, la búsqueda también. No me expresé bien, me quede muda y mí cuerpo no hablo correctamente. El código no era el mismo.